“Los anfitriones se alegraban de retener al seco jurisconsulto, cuando los demás charlatanes y los frívolos se habían ido; les agradaba descansar un rato en su sabia compañía, aclarando sus espíritus en el confortable silencio de aquel prócer reparándose para la soledad, tras el desgaste y el esfuerzo de la reunión”.
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