“Apareció usted, y excúseme si lo recuerdo… Creí que lloraba… Y no pude soportar sus sollozos…

“Apareció usted, y excúseme si lo recuerdo… Creí que lloraba… Y no pude soportar sus sollozos… Mi corazón se oprimía… ¡Dios mío! ¿No podría yo, acaso, compartir su pena? ¿Tal vez era pecado el sentir por usted una fraternal piedad?... Perdóneme que haya dicho “piedad”; pero ¿reamente la habría molestado el que me hubiera acercado a usted entonces?”.

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