“La mayor parte de los ricos que he conocido eran unos pobres desgraciados. Y entre otros aspectos tenían sus preocupaciones, y no pequeñas, los impuestos y las inversiones. Iban locos. Había que oírles hablar entre ellos o con sus amigos. Preocupaciones y más preocupaciones… Yo creo que eran éstas las que se los llevaban al otro mundo”.
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