“¡Dios mío! ¿Cómo podía yo creerlo? ¿Cómo podía yo ser tan ciego...

“¡Dios mío! ¿Cómo podía yo creerlo? ¿Cómo podía yo ser tan ciego, puesto que nada me pertenecía y todo era para el otro? Su ternura, sus atenciones, su amor…, sí, su amor, no eran otra cosa sino la alegría de su próxima entrevista con él, el deseo de hacerme compartir su felicidad”.

No hay comentarios:

Publicar un comentario