“Con el paso del tiempo decayó ese sentimiento y logré convencerme de que tenía que vivir, pero envolviéndome en una aflicción profunda, como un rey en su púrpura; no volver a sonreir jamás, convertir en mansión de tristeza cada casa que yo pisase; obligar a mis amigos a acompañarme al paso de mi melancolía; enseñarles que este es el verdadero secreto de la vida, amargarles en su alegría con el dolor ajeno, torturarles con mi propia pena”.
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