“En cuanto comenzamos a vivir lo dulce se nos presenta tan dulce, y lo amargo tan amargo, que inevitablemente dirigimos todo nuestro afán hacia las alegrías de la vida, y ya no nos contentamos con “alimentarnos con miel uno o dos meses”, sino que desearíamos no probar nunca otro alimento; sin saber que, en realidad, durante todo ese tiempo permitimos que nuestra alma muera de hambre”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario