“¡Ay! ¡Qué difíciles de digerir son nuestros análogos!...

“¡Ay! ¡Qué difíciles de digerir son nuestros análogos! Primer principio: como haríamos en un caso de desdicha, hay que acudir reuniendo toda nuestra valentía y servirse con diligencia, asombrarse de uno mismo, morder la repugnancia, tragarse la aversión. Segundo principio: ‘perfeccionar’ al prójimo, si fuera necesario mediante algún elogio que lo haga extractar alegría por su causa, o bien ensalzar alguna de sus cualidades buenas o ‘interesantes’ hasta que aparezca toda su virtud para envolver su semblante en ella. Tercer principio: autohipnosis. Mirar fijamente al objeto de trato como un botón de vidrio hasta que cese todo sentimiento placentero o de dolor; dormirse desapercibidamente, enderezarse y lograr hechura. Éste es un remedio tradicional, adecuadamente estudiado, practicado en la vida conyugal y en la amistad, tenido por indispensable, pero que aún no ha hallado una enunciación científica”.

'La gaya ciencia'
(Cita extraída del ítem 364: 'Habla el ermitaño')

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