“Antes, el requerimiento fundamental para filosofar era llevar tapones de cera en los oídos, pues un filósofo auténtico no tenía entonces los oídos para la vida; como la vida es música, negaba la música de la vida –según una antigua suposición del filósofo toda música es música de sirenas-. Hoy en día nos inclinaríamos a pensar justo lo puesto (y podría ser igual de falso); es decir, que la educación de las ideas es peor que la de los sentidos, con toda su apariencia fría y anémica y a pesar de esa apariencia”.
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