“Después, sus párpados se abrieron y sus ojos se impregnaron, al fin, de la luz del día.
La piadosa muchacha cayó de rodillas, exclamando:
-¡Dios mío, qué hermoso es vuestro mundo!”.
La piadosa muchacha cayó de rodillas, exclamando:
-¡Dios mío, qué hermoso es vuestro mundo!”.
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