“Y así como el primer año de cárcel no hice otra cosa, ni puedo recordar otra cosa que el retorcerme las manos con terrible desesperación y gritar: «¡Qué final! ¡Qué espantoso final!», ahora intento decirme, y me digo efectivamente algunas veces, con absoluta sinceridad, cuando no me torturo a mí mismo: «¡Qué comienzo! ¡Qué maravilloso comienzo!»”.
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