“A veces sentía que me atenazaba la soledad en el fascinante crepúsculo metropolitano, y la sentía en los otros: en los empleaduchos que merodeaban frente a las vitrinas, esperando que fuera hora de una cena solitaria en cualquier restaurante, jóvenes trabajadores desperdiciando en la penumbra los instantes más intensos de la noche y de la existencia”.
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